Los románticos sin esperanza: 2. La traición

Nicolás Godoy
5 min readApr 23, 2019

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DISCLAIMER
Hace más de un año inicié una serie de escritos — que como es costumbre conmigo, no terminé –, esta se llamaría “El romántico sin esperanza”, hace un año me sentía lo suficientemente valiente como para ponerme a hablar de mi vida personal y mis trágicas relaciones amorosas. De pronto, esa valentía se fue –y no está aún–, de hecho, creo que mi vida carece de toques de melodrama cuando de amor se trata. Así que, en un chute de creatividad decidí no hablar de mí y mi tragicomedia, “volteé la torta” y creí más conveniente escribir desde la percepción, preguntándome ¿Qué se sentirá ser esta persona viviendo esta situación, esta enredada historia de amor o drama intenso? Ahora no hablo de un romántico, si no de varios desahuciados que están muy cerca a mi.

Así que los hechos o situaciones o presentados en estos escritos, aunque estan basados en hechos o situaciones reales no mencionan nombres concretos, eso sí, darán indicios y pistas certeras sobre quién estoy hablando así que diviértase jugando al detective tratando de hallar conjeturas y nombres. Bienvenidos a “Los románticos sin esperanza” …

2. La traición

Photo by Brigitte Tohm on Unsplash

Aquí estoy yo, he estado aquí desde hace 22 años, aunque la mujer que ahora se sienta aquí paciente con una taza de café para saciar la ansiedad y el miedo de la soledad, es distinta. Aquí estoy yo, la nueva mujer, una consumida por la duda, tomo un pequeño sorbo de café ¿Dónde estará él? Mi lengua identifica la dulce cafeína ¿Me verá en su pensamiento? Mi cerebro lentamente empieza a susurrar y a llenarme de preguntas; amor, mira lo que hiciste; la taza con una marca de labial en el borde de arriba está sobre la mesa, el café se consumió, a esto sabe la traición…

Aquí estoy yo, pensando: ¿Qué has hecho, mi amor? ¿No era esto suficiente? ¿No era yo suficiente? Humillada, planeo hablar menos, en agachar la cabeza y prepararme para el día en que los tres posemos juntos para la foto perfecta: ella y yo, contigo en el medio, peleándote, haciéndote sentir querido. Se repite la maldición, vengo de un linaje, uno fino, en el que la traición, la apatía y el engaño por parte de nuestros hombres están a la orden del día; supongo así que el destino de este amor, nuestro amor, estaba marcado desde mi propia concepción.

Aquí estoy yo, pesarosa, las lágrimas caen sobre el café, otro sorbo, la sal y ese narcótico marrón que me mantiene viva, me invaden de dudas e inconsistencia de nuevo: ¿Qué le diré a nuestros hijos? ¡Qué ejemplo de amor inmortal les estamos dando! ¿Qué le dirán ellos a sus otros familiares?¿Qué le diran mis hijos a sus hijos?¿Llegarán a pasar por lo mismo? Ellos sí que nos veían como la pareja perfecta, la que se paraba fuerte y firme contra todos los malos vientos, sospecho que ni ellos ni yo veían venir la tormenta: Ella, una mujer, una fémina, una sola dama fue suficiente para acabar con nuestra idea utópica de eternidad ¿Qué hice mal?

Aquí estoy yo, perdida ¿Qué tendrá ella? ¿Cuántos títulos tiene? ¿Se puede eso comparar a lo que una sirvienta con las manos desgastadas puede ofrecer? Apuesto a que prepara mejor el café, sin mucha azúcar como te gusta, seguro sabe que cada tanto debes tomarte tus pastillas y te lo recuerda de una forma muy especial ¿Cómo es en la cama? Un sexo incomparable, sus atributos la hacen mejor que yo, no me angustio, puedo hacer lo que me pidas, pero no te vayas, no me dejes así, por favor, lo que haces no está bien, pero puedo seguir, no me rindo, mi corazón, puede dar un par de latidos más.

Photo by John Forson on Unsplash

Aquí estoy yo, inconsistente, mirándome frente al espejo, viendo lentamente las marcas que el amor que siento por ti ha dejado en mí, la cicatriz de dos cesarías se esconde por la grasa corporal, la celulitis me recuerda que tal vez por esta grasa y estos senos caídos, tus días y tiempo están con alguien más ahora ¿Quién va a amar eso? Mi cerebro repite de nuevo mientras ríos de sal recorren una gastada cara, tratando de hidratarla un poco, la sal toca esos labios que probaban tus besos, ese ritual de amor que creía honesto, sincero, al menos glorioso.

Aquí estoy yo, débil, porque he comido muy poco hoy, como sea, los resultados del ayuno y del poco apetito con el que cargo desde hace unos días se empiezan a ver, me veo un poco más delgada, lo hago por tí, amor. Puedo parecerme a ella, no soy la mejor, mi cerebro consumido por la duda me lo repite; puedo adelgazar y convertirme en las modelos de portada, puedo ser tu mujer perfecta: la que no te recuerda lo importante, la que te hace sentir hombre, la que no levanta la voz, la que no se exalta cuando dices algo rudo o machista, yo puedo ser como esa que me muestras con tu teléfono cada vez quieres hacerme sentir inferior.

Aquí estoy yo, angustiada, porque me has culpado de tus fallas, de tu falta de valentía, de tu falta de carácter, de tu falta de hombría y discernimiento este es el ultimátum: ella o yo, me pides perdón y besas mi frente, y yo no tengo más reparo que tomar tus pecados como los míos, tus errores como los míos ¿Con que así se siente? Así se siente cargar con la constante culpa ¿Puedes vivir en paz al menos sintiendo algo así? Me has dicho débil, pierdo la dignidad de nuevo al tratar de hacerte ver que tal vez esto no es lo correcto, estás a tiempo de entrar en rehabilitación ¿Podrás olvidarla? ¿Podrás recordar lo valioso y honroso que es el amor sincero? ¿Podrás cambiar? ¿Podrás amarme de nuevo? ¿Podremos sanarnos? ¿Juntos?

Aquí estoy yo, aquí estoy y no me he ido, a pesar de que el dolor de esta herida es más fuerte que cualquier ataque con la más certera y precisa arma que pueda existir; este crimen es más lamentable que cualquier intento de brutal asesinato que jamás se haya visto… Tu traición, tu traición, amor, me tiene agonizando y consumiendo mi tiempo en tazas de café para sentirme viva y evitar que mi mente recuerde lo amarga que sabe la traición.

GRACIAS POR LEER.

Nos vemos en el siguiente episodio.

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Nicolás Godoy

Periodista, aficionado por la fotografía, la música y el mundo digital