EL ROMÁNTICO SIN ESPERANZA: LA CONFIANZA
--
Era 2014 y estaba en mi último año de colegio, adiós a las clases y hola a una vida llena de acción, pero mientras me hacía una idea de la vida de acción que me esperaba, estaba disfrutando mi último año, es decir ¿Cómo no hacerlo? Luego aparece este personaje con su cara de hombre y actitud de niño, una sonrisa que cree que puede cautivar a cualquiera, incluso a un más niño, uno de 16 años que en ese entonces tenía yo.
Era inocente respecto a muchas cosas, no sabía qué estaba haciendo yo, tal vez era ese deseo de terminar en buenos términos la etapa escolar con todo el mundo o probar por primera vez lo que se sentía dejar de ser el perdedor y empezar a sentir esa sensación de que en las canchas de recreo y en los pasillos se escuchara tu nombre, tal vez no era tan inocente y sabía cómo mover las fichas pero al final todo fue nefasto.
Yo le di mi confianza y todo iba bien, el seguía con sus amigos ganadores y yo con los míos, perdedores, con la promesa de que algún día, más temprano que tarde, los iba a librar de su infortunio; éramos “compañeros de puesto” compartíamos ocho horas en un salón de clase, aprendimos el uno del otro, me ayudaba y me daba aliento en las clases de educación física y yo le ayudaba y le mostraba la luz en las clases de cálculo. Todo aparentemente estaba bien.
Pero lo que estaba bien se empezó a corroer, mi confianza estaba siendo pisoteada, la idea de una amistad o cualquier relación interpersonal (haya o no interés de por medio) es que exista al menos ganancia en ambas partes, cuando no hay ganancia o cooperación, hay que dudarlo, querido amigo eso es síntoma de que están jugando con su confianza; y así fue, él empezó a ganar más que yo, tanto académica como emocionalmente, yo seguía ganando, pero solo académicamente ¿Y los amigos?¿Y las compañías? debido al hecho de mover mal las fichas, ya nadie estaba conmigo y él seguía ganando y lo que al principio fue una relación de confianza y ayuda ahora se volvió un reto de supervivencia, el más fuerte gana y él estaba más fuerte, me usó, me pisoteó y se fue.
La situación se agravó a finales del año escolar, sentia la necesidad de compartir con él mi tiempo, pero como ya tenía su año escolar ganado, no era ni necesario seguir manteniendo cualquier tipo de lazo conmigo, me sentía débil, con un hueco enorme en el alma por la confianza que yo le ofrecí, le di con promesa de retorno y que hasta el dia de hoy no hay vuelto y no quiero que vuelva, al menos sé que no va a volver, el hueco que quedó en el alma poco a poco se pudo sanar y aunque “las curitas no sanan las heridas de bala” yo pude salir de esta, estoy más prevenido, ahora, la confianza está bajo llave, en una caja fuerte y es muy complicado dar con la clave, pues no quiero que se repita la misma historia de Pedro Casas.